Teatro del Barrio.
Marzo 2021
El punto de partida lo prometía todo. Una actriz con presencia e intensidad; un texto de Aina Tur que nos iba a contar la historia de un viaje complejo, tanto interior como exterior; una escenografía extrañamente equilibrada y atractiva.
Desde esa promesa hacia una realidad teatral, Anna Alarcón empezó su historia hablando. Y luego siguió hablando.
Desde esa promesa hacia una realidad teatral, Anna Alarcón empezó su historia hablando. Y luego siguió hablando. Y como ella misma decía, mientras intentaba parir a esa protagonista, estaba pegada a una silla. El dolor del parto se prolongó durante minutos y minutos, todos pendientes del alumbramiento final. Y éste ocurrió muy avanzada la obra, cuando Anna dejó de ser Anna y pasó a ser esa persona asustada, intensa, con cuerpo, que se movilizaba para expresar. Desde lo que yo creo que es y quiero que sea el teatro, la obra comenzó ahí. Hasta ese momento, el texto tiránico, abusador, desconsiderado con la actriz, aplastaba la representación. Dicho en glosa bíblica, si tu silla te molesta, no hace falta que te la arranques, pero intenta levantarte, aunque fracases y sigas sentada. Así sabré que estás realmente pegada a la silla. De igual manera, el mango, para el público, no se va a caer por un efecto sonoro, sino por lo que le pasa al personaje cuando cae y por cómo afecta a su conflicto.
La pregunta sigue brillando en los pasquines imaginarios de mi west end particular ... ¿qué es teatro? Y ayer, en la Sala Triángulo, ¿qué es un monólogo?
Independientemente de qué recurso se elija para monologar, la existencia de un conflicto es imprescindible, como lo es el desarrollo de ese conflicto. Me quedo con la imagen del personaje subido a la silla o trabajando el agua. La obra estaba, seguramente, ahí. Y el conflicto también.
Marc Salicrú elaboró una escenografía golosa, en la que mi parte de actor quería perderse y averigüar qué daba de sí. Un espacio acotado y tres elementos para elaborar una combinatoria imposible. Un espacio para crear. Durante demasiados minutos, estuvo desaprovechado. Todo señala a una revolución pendiente en la escenografía española: Es quizá hora de empezar a transformar lo decorativo, y darle la dignidad de lo instrumental. Anna se perdió la oportunidad durante gran parte de la obra de averigüar qué había allí para su conflicto. Un conflicto apenas esbozado. Y con sus condiciones, tan prometedoras, me dejó el sabor de una dirección perdida, más pendiente de las palabras que del teatro.
Hay que decir también que fue un estreno. Y los carga el diablo. Con todo, fue una función interesante, incluso aunque brille más por lo que dejó sin hacer que por lo dicho.
¡Esta obra termina este domingo 7 de marzo!
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