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Updated: Jun 9, 2021

¡Aquí está! La primera escena del segundo acto del musical zombi NaZión.


 

¿Es tu primera vez leyendo NaZión?

Sigue el link para leer la obra desde el principio.



 


ACTO II

ESCENA 1. INTERIOR SÓTANO RESISTENCIA ZOMBI.

Coro y Narrador abren el Acto II. De oscuro a formación de la escena 2.


TEMA 20. FINAL. TODOS.

TEMA 20. RAP. NARRADOR Y CORO.

Nar ÉRASE UNA VEZ UNA GRAN REVOLUCIÓN

LEVANTADA POR GENTE QUE NO ERA GENTE

GENTE PERDIDA, DESESPERADA, AUSENTE

Coro CON NADA QUE PERDER Y SIN FUTURO QUE ALIENTE

LA ESPERANZA. UN EJÉRCITO PERFECTO

QUE YA NO TEME NADA, NI PADECE NI SIENTE

DE REPENTE ALGO FUE MAL,

Y CUANDO TODO ESTABA LISTO,

Y LA MECHA CONSUMIDA

CUANDO IBA AL FIN A EXPLOTAR

LA DINAMITA DE LA IRA

UN MAL ENCUENTRO, UN ENCARGO A TROMPICONES

HACE QUE TODO FALLE, QUE EL MUNDO GIRE AL REVÉS

QUE LO QUE COSTÓ TANTOS AÑOS

TARDE POCO O NADA EN DESAPARECER

Y DEJE EL TAPIZ TUPIDO DEL PASADO HECHO GIRONES

JUNE SALIÓ CON VIDA DEL BARRIO

ESCAPÓ DEL GUETO MALOLIENTE

Y REGRESÓ A SU PALACIO PERFUMADO

JUNE ALERTÓ A SU PADRE,

¿Y QUÉ HIZO EL DILIGENTE PRESIDENTE?

ENVIÓ A SUS MATONES

LOS TEMIBLES THERGAL

DE UNIFORMES IMPECABLES

A REPARTIR CON DESTREZA

IMPECABLES PALOS POR TODOS LOS RINCONES

DEL BARRIO DE LOS ZOMBIS INTOCABLES

KEVIN YA NO ESTABA, MAREADO DE AMOR Y DUDAS

NAPOLEÓN LOS VIO VENIR POR PURA CASUALIDAD

Y LLEVADO POR SU INSTINTO GUERRERO

SALIÓ HUYENDO CORRIENDO Y SIN MIRAR ATRÁS

Cor INVITADO O MENÚ

TE COMEN O COMES TÚ

INVITADO O MENÚ

¿TE COMEN? DECIDE TÚ

 

ESCENA 2. ANTRO EN LA ZONA ZETA.


Un antro mezcla entre puticlub de carretera y fumadero de opio. Kevin está tumbado fumando FastDeath, ya muy afectado por la droga. Hay otros zombis de la secta Debrítica bebiendo GinZombi mientras se autolesionan y murmuran oraciones debríticas. Entran los mismos zombis que se llevaron a June. Y cuando acaban de entrar dejan pasillo para Napoleón.

Nap Hola monstruo.

Kev Mmmmm

Nap Despierta, no quiero que te pierdas esto.

Kev ¿Qué ...? se cae de la hamaca fumadora ... ¡¡Puto Flow!! ... Se arrastra hasta agarrarse al recipiente de resistencias ...

Nap ¿Has venido a purgar tus pecados? ¿Desde cuando eres un debrítico? ¿O simplemente es que no te puedes soportar? No me extraña.

Le entrega un espejo de mano.

Kev ¿Qué coño quieres, Napoleón?

Nap Vamos a celebrar un juicio aquí. El acusado eres tú.

Kev ¿Por qué? ¿Desde cuando celebras tú juicios? ¿Y la Loba?

Nap Dejaste escapar a la blanquita. ¿Y qué fue lo primero que hizo? Una hora después de nuestra conversación con ella, llegó la guardia presidencial, los ...

Kev ... ¡Thergal! ...

Nap Sí, con sus inmovilizadores y sus bridas electrobiológicas. Tuve el tiempo justito de escapar. Por lo que se oía al irme, no se habrá salvado nadie más. ¿Contesta esto tu pregunta sobre la Loba?

Kev Yo no dejé escapar a nadie. La blanca se quedó ...

Nap Mientes. Sabía que eras demasiado blando, pero pensaba que era algún tipo de seudocualidad moral. Ahora veo que eres simplemente un cobarde.

Kevin intenta tirarle el recipiente al que está agarrado, pero está demasiado atontado.

¡Eh! ¡Eh, eh, eh! Jajajaja. Quieto, zeta. Ya tendrás tiempo de expresarte un poco más adelante. Sentadlo.

Los ayudantes de Napoleón sientan a Kevin y van a atarlo.

No hace falta. No está en condiciones de hacer nada inapropiado. De todas formas no lo haría, porque él ... es sensato e intachable ... por ejemplo, nunca traicionaría a sus hermanos ... salvo por un chocho blanco.

Kevin vomita.

¿Te sentó mal? ¿He sido yo, o el chocho? Vaya. Lo siento. Bueno, me encanta hablar contigo, lo sabes, pero tengo que seguir escondiéndome por tu culpa, así que vamos a ello. ¿Estamos listos?

Todos Si, si, si etc

Kev Estás gozando, ¿eh, limpito?

Nap Cuidado, Kevin, que aun no tienes senten ...

Kev ¿Sigues soñando con volver a ser blanco? Si eres tan valiente y comprometido, ¿por qué no te quedaste a defender a La Loba y morir con dignidad?

Le golpea con el dorso de la mano. Un golpe seco.

... te está doliendo más a ti que a mi, por lo que veo.

Nap Que empiece la ceremonia ... Na y sus ayudantes se colocan para la ceremonia del juicio zeta ¡Justicia!

Todos ¡Justicia!

Golpean con sus bastones y prótesis introduciendo el


TEMA 22. JUSTICIA. Kevin, Napoleón y coro zombi.

Nap JUSTICIA

Coro JUSTICIA

Nap JUSTICIA

Coro JUSTICIA

Nap JUSTICIA Coro JUSTICIA

Kev ¿Justicia? Jajajajaja

Nap POR LA AUTORIDAD QUE NOS CONFIERE EL ESTADO

LAMENTABLE DE NUESTROS CUERPOS Y EL DOLOR

Y PORQUE LA REVOLUCIÓN OTORGA EL PODER

A QUIEN LO EJERCE Y CONFIERE EL DERECHO MEJOR

Coro ¡NOSOTROS!

Nap TE LLAMAMOS ACUSADO

Coro ¡Y TÚ!

Nap VAS A SER JUZGADO

Coro ¡JUZGADO!

Nap POR TRAIDOR

Kev HE LUCHADO POR MI GENTE

ARRIESGADO HASTA LA VIDA

RENUNCIADO A MI PRESENTE

PARA QUE AHORA SE DECIDA

MI SUERTE

EN ESTA GUARIDA

DE MUERTE

Nap Aun no te toca.

PROCEDAMOS. PARTE UNO. PRESENTACIÓN DE CARGOS

PONER EN PELIGRO LA REVOLUCIÓN EN DESARROLLO

Y CONSECUENTEMENTE TRAICIONAR A TUS HERMANOS

DEJÁNDOLOS SIN EL LIDER QUE DEBIÓ SER Y SIN APOYO

Coro ¡NOSOTROS!

Nap TE LLAMAMOS TRAIDOR

Coro ¡Y TÚ!

Nap VAS A SER CUESTIONADO

Coro ¡CUESTIONADO!

Nap CON ... RIGOR

Inician la Tortura Ritual del Interrogado. Una vez acabada:

Nap CUESTACIÓN TERMINADA

Coro ¿CÓMO TE DECLARAS?

Nap PARTE DOS, AHORA SÍ, HABLA

Kev HE LUCHADO POR MI GENTE

ARRIESGADO HASTA LA VIDA

RENUNCIADO A MI PRESENTE

NO LA VERÉ DESTRUIDA

TORPEMENTE

NI HUNDIDA:

INOCENTE

Coro ¡INOCENTE!

Nap ... ¿INOCENTE?

Y POR FIN, LA CONCLUSIÓN DE ESTE PROCESO

A UN TRAIDOR FRÍO COMO UNA PIEDRA INERTE

QUE ADEMÁS DE TRAIDOR, LO ES INCONFESO

¿QUÉ PEDÍS?

Coro JUSTICIA

Nap ¿QUÉ PEDÍS?

Coro JUSTICIA

Nap Y LA SENTENCIA ES ...

Z1 MUERTE

Z2 MUERTE

Nap La muerte.

Los dos debríticos, que nunca cesaron su actividad en el fondo de la escena, oyen la palabra “muerte”, dejan el ginzombi y la autolesión y se acercan al grupo.

De1 Nosotros también queremos morir.

Nap Fuera, debrítico. A ti no te toca aún.

De2 Vais a matarle a él. Nos gustaría aprovechar, ya que estáis en ello ...

Nap Aun tenéis que sufrir un poco más. Salid ahora mismo o curamos vuestras heridas.

Des ¡No! Inician el canto melismático de los debríticos mientras gesticulan conjurando la curación. Mmmmmmmm.

Nap Sacadlos. La banda de Na los saca de la sala.

Y ahora tú. Ya conces las reglas. El Ciclo de la Verdad o el Dolor es el castigo para los traidores.

Kev Sí, lo conozco bien. Y tienes razón en una cosa. Fui demasiado obediente con la loba. Tal vez si no la hubiera hecho caso ... Pero si la Loba ha muerto, y tu estás al mando, entonces quizá mejor que sea así.

Nap Qué romántico todo. Bueno. A lo mejor tienes suerte, y el FastDeath ha hecho su efecto y no sientes nada. Y ahora a lo mío. Juré hacer justicia antes de que me arresten.

Kev Haz lo que tengas que hacer.

Nap ¡Ejecución!

Coro ¡Ejecución!

Napoleón y el resto de su grupo se colocan con diversos utensilios. Los alzan.

Nap ¡listos!

Cuando están a punto de descargar, suena en el Theremin la nana. Una sombra aparece.

 

¿Quieres leer más?

Quédate con nosotros. ¡El próximo lunes publicamos la tercera escena del Acto 2!

Mientras tanto, échale un vistazo a otros relatos del Mono Infinito.

Como Pasar El Invierno Del Descontento o La Historia De Dos Jabalíes


Teatro de la Abadía

Sala José Luis Alonso

Abril 2021


"Es - sin duda - lo mejor que he visto en los últimos dos años."



"... esta es la primera gran virtud de esta puesta en escena: parece simple, y sin embargo es profunda y sugerente."

Historia de un jabalí es mucho más que una historia. De hecho, son varias. Es la historia de un actor, y también la de una puesta en escena. Y la intrahistoria de Ricardo III, de Shakespeare. También la de una compañía de teatro. Y la propia puesta en escena. Es, por lo tanto, el tejido enmarañado del propio teatro: la revelación de los múltiples dentros y fueras de una representación teatral, y de su metarepresentación.


"Decir algo de ella ... es mucho más complicado que verla."

Todo esto, contado así, suena complicado. Y esta es la primera gran virtud de esta puesta en escena: parece simple, y sin embargo es profunda y sugerente. La prueba: decir algo de ella – más allá de las alabanzas o críticas incondicionales sin interés alguno – es mucho más complicado que verla. Así que empezaré por el final, aunque sea ricardianamente autodestructivo: no lean sobre ella; si aun están a tiempo, vayan a verla. Es - sin duda - lo mejor que he visto en los últimos dos años.


"Maravilloso. Con intensidad y con personalidad ... Un disfrute directo y sin imposturas."

El texto de Gabriel Calderón es descomunal. Inabordable en el mejor de los sentidos, que es el de la abundancia de sentidos. Desde sus al menos tres niveles de realidad (infinitos por lo que generan), surge una lucha a vida entre dos jabalíes: por un lado un actor exigente consigo mismo y con todos, con un punto cínico, pero brutalmente sincero. Por otro un personaje mentiroso y despiadado. No son lo mismo, y parece que - en parte - Historia de un Jabalí es el juego entre ambos. Cuando mejor aparecen las diferencias es precisamente cuando el segundo queda dibujado por las mujeres a las que ultrajó. Curiosamente, o tal vez no tanto, en ese momento se resumió la maestría de Joan Carreras. Cuando un personaje que es un actor, representa los papeles de Ricardo III que no son suyos. Maravilloso. Con intensidad y con personalidad en cada una de ellas. Un disfrute directo y sin imposturas.



Carreras es un actor intenso y valiente, con ganas de estar en escena y divertirse, jugar y buscar. Si tuviera que poner algo en la casilla del debe, tanto en la suya como en la del propio Gabriel Calderón como director, tendría que mencionar algunas acciones huérfanas de sentido, y en otras ocasiones un cierto apresuramiento con el texto. Pero es muy poco en comparación con las virtudes.


También me hubiera encantado ver esta obra con una escenografía alejada del naturalismo cinematográfico. Pero esto tampoco fue suficientemente relevante como para estropearme el goce del conjunto.


"... busqué el texto. Tardará dos meses en llegar, pero podré leerlo otra vez. Merece la pena la espera."

Y el texto: Hermoso y poderoso a partes iguales. Inteligente. Divertido a ratos y trágico otros. Con una capacidad para el ritmo y la versificación envidiables. Me fui con la sensación de que, cuando sea mayor, me encantaría poder escribir así. De hecho busqué el texto. Tardará dos meses en llegar, pero podré leerlo otra vez. Merece la pena la espera.


Lamentablemente, en teatro todo es breve. Ese Hic et nunc grotowskiano es tanto más doloroso cuanto mejor es la obra. Pero su recuerdo hará que, al menos en parte, el invierno de nuestro descontento se haga verano glorioso gracias al sol de Gabriel Calderón y Joan Carreras.




¡Esta obra esta en escena hasta el 25 de Abril!

Para comprar entradas, sigue el link:



 

¿Quieres ver más críticas?

Échale un vistazo a nuestras publicaciones anteriores:


Descendimiento

De Ada Salas

Teatro de la Abadía


El Principe Constante

Dirección de Xavier Albertí

Teatro de la Comedia


Fariña

Dirección de Tito Asorey

Teatro Cofidis Alcázar




 

Links:


Teatro Español:


Página Web de la Obra:





Una Historia de Amor



Me llamo Nicolás, como mi tío, aunque a mi me dicen Nico, y a él, Colás. Voy a cumplir 15 años.


Mi imagen surge del agua. Estoy ahí reflejado, en un espejo incierto. Y sin embargo tengo la impresión creciente de que yo soy más ese reflejo que el supuesto original. Como si las palabras pudieran dilucidar algo de ese espejo ambiguo, me cuento mi propia historia.


Mi tío Colás fue pescador. Como la mayor parte de los varones de mi familia. Era el hermano de mi abuelo, pero no se parecían en nada. Mi abuelo fue un hombre centrado, cabal y serio. Pescaba por profesión y tuvo familia como parte de una vida trazada desde siempre y para siempre. Cuando se jubiló no volvió nunca más al mar, y gracias a su pensión, se hizo carnívoro y dejó el pescado.


- Me pasé 50 años en la mar para poder jubilarme y dejar de comer peces – solía decir.


Mi tío no. El mar era su pasión, y a ella se entregaba a diario. Cada mañana, muy temprano, enfundado en su atuendo de batista, y con su eterno pañuelo alrededor del cuello, aparejaba su barquichuela, se deshacía de la tierra firme empujando con fuerza el muelle desde el bote, se sentaba sin prisa en la bancada, y remaba. Yo, antes de ir a la escuela, me acercaba al espigón, subía por los enormes bloques de piedra y me sentaba en el cantil para verle menguar poquito a poco hasta desaparecer más allá del horizonte, rumbo al islote que daba sentido a la frontera entre el cielo y el mar.


La mar me atraía con una fuerza indomable, y, si bien dejé pronto de navegar con mi padre, la inclinación de mi tío me resultaba cálida y fascinante. Sin embargo, siempre declinó llevarme con él, y cuando le preguntaba por qué no podíamos salir a pescar juntos, él siempre contestaba lo mismo:


- Aun no es tiempo, Nico. Además, yo no voy al mar a pescar. Vete al colegio.


Yo me iba pensando que se reía de mí. Por la tarde tenía el tiempo justo de acercarme a mi puesto de vigilancia antes de que, saliendo de ese lugar por el que se despeña el mar, apareciera pequeñito como una mosca y fuera poco a poco, y al ritmo de sus paladas, creciendo hasta convertirse de nuevo en mi tío Colás, que volvía.



No recuerdo haberle visto nunca regresar con pescado, y por lo visto el resto de los familiares y vecinos tampoco. A medida que fue pasando el tiempo, y fué perdiendo fuerza y ganando en soledades y silencios, algunos pescadores más jóvenes se fueron animando a hacerse los gallitos con él, y le encontraron un blanco fácil para alejar el aburrimiento riéndose y gastándole bromas. Mi tío Colás era soltero, y no se le conocía relación alguna. Siempre rechazó los círculos habituales en los que se propiciaban las relaciones humanas, y no lo hacía de forma huraña u hosca. Era más bien como si alguna distracción interna, pero inevitable, le desinteresara de la posibilidad de enamorarse y seguir un camino sentimental al uso.


- ¿Qué, Colás, mucha pesca hoy? - le decían, sabiendo que nunca traía ni una mísera sardina.


Y él contestaba,


- Yo no voy al mar a pescar.


- Coño, ¿y entonces?


Y mi tío se iba a su casa, y se sentaba en el poyo de su fachada que daba al mar, y se quedaba mirando fijo y largo hacia el islote que rompía la línea del horizonte.


Hace unos días me levanté temprano. Me vestí, y salí de casa, avisando a mi madre de que me iba pronto para caminar con mis amigos antes de clase. Luego llegué al puerto, comprobé que no había nadie fijándose en mi, y aproveché que el bote de mi tío estaba al final del muelle, encajado entre dos pesqueros, para embarcarme en él. A popa mi tío llevaba, como todos los pescadores, un azafate grande, sobre el que apilaba algunas nasas tapadas por una loneta. Abrí hueco en la loneta levantándola y separé las nasas para hacerme sitio. Me acomodé mirando hacia la proa y luego me cubrí con la loneta, calculando que, visto desde fuera, no se pudiera saber que allí estaba yo. Mi tío nunca pescaba, según él mismo, y en todo caso, si me descubría, sería ya mar adentro. Mi tío no me tiraría al mar. Seguramente.


La loneta estaba agujereada allá y acullá, y no me costó mucho encontrar una mirilla para espiar el exterior. Al rato llegó Colás y poco después estábamos embarcados y rumbo al islote.


Mi pierna se durmió y la espalda me dolía del encogimiento, pero la emoción de estar embarcado - y además con mi tío Colás - era tan grande, que las pequeñas incomodidades se me antojaban una parte necesaria de aquella aventura, y sin ellas hubiera faltado emoción. Miraba a mi tío de vez en cuando. Él remaba tranquilo, de forma regular, sin inmutarse. Finalmente paró y, después de levantarse y coger el ancla que estaba estibada a proa, fondeó. Mi tío se desnudó y se arrodilló sobre la cubierta, asomando la cabeza por la borda. Y silbó. Me quedé fijo contemplando su cuello, especialmente la parte bajo el lateral de su mandíbula. Nunca lo había visto, porque nunca había visto el cuello de mi tío: siempre lo tapaba un pañuelo azul oscuro de algodón basto. En los lados de la parte alta se dibujaban dos líneas.



De repente, por la parte exterior de la borda, asomó una figura. Parpadeé, porque no sabía qué pensar, o que nombre darle a aquel visitante inesperado. Para cuando me sobrepuse y fijé la vista de nuevo, mi tío se había erguido, había cogido los apéndices de aquel ser, y se había zambullido en el agua. Me quedé inmóvil mucho rato. No sabía si la humedad del suelo era por falta de achique del agua del mar, o por exceso de miedo. Me estaba asfixiando y levanté la lona. Estaba solo. El mar estaba tranquilo, y a apenas unos treinta metros se erguía un farallón del islote. Hacía de pared a una entrada de agua, seguramente una cueva o una pequeña cala. Un chapoteo percutía en mis oídos. Y venía de allí.


Me desvestí, me metí en el mar sin hacer ruido, y nadé silenciosamente hasta el farallón. Me encaramé a una pequeña plataforma de roca que había en la punta, y desde allí me asomé al otro lado.


Al principio me costó reconocerme en ese nuevo mundo real. Una corriente invisible me quería obligar a afirmar que estaba en el cine viendo una película de fantasía. Mi tío estaba tumbado en el suelo de una cala, con medio cuerpo sumergido en la orilla. A su lado estaba aquel ser que hacía unos minutos se asomaba a la borda de la chalupa. Era extrañamente hermoso. Unos ojos grandes, brillantes y expresivos gobernaban su cara. Su piel era oscura y no hubiera sabido decir si era lampiña o peluda. Pero en todo caso era suave y brillante, e invitaba a acariciarla. Su torso tenía pechos firmes. Sus piernas acababan en palmas alargadas y tersas. Alrededor de ellos dos, otras figuras imposibles pero increíblemente hermosas se movían, entrando y saliendo del agua. La impresión fue tal que me fallaron las fuerzas de los brazos, con los que me agarraba a la pared de roca, y caí al agua. Miré al fondo y vi a uno de los seres que rodeaban a mi tío anteriormente. Tenía un sargo en la boca. El golpe del agua, le hizo volverse hacia mí, y fijó sus ojos densos en los míos. Soltó el sargo, y se dirigió hacia mí a toda velocidad, con la boca abierta. Por ella asomaban unos dientes triangulares y afilados. La sangre del sargo los hacía terribles, y contrastaban con la belleza de sus ojos. Venía a por mí. Intenté nadar, pero en ese momento, comencé a perder el sentido. Una figura apareció de repente, se interpuso entre la criatura y yo, y me agarró por la cintura. Me pareció reconocer unas manos humanas. Después me desplazó con fuerza hacia arriba, cuando yo ya estaba a punto de perder el sentido. Lo último que recuerdo fue un golpe fuerte de mi frente contra el mango del remo, ya fuera del agua.


Desperté con las nasas a mi lado, con la loneta cubriéndome y con mi tío remando, según pude atisbar por mi ventanillo improvisado. Me miré. Estaba vestido. Y seco. Una sola vez me pareció ver a mi tío Colás mirar hacia mí. Y una levísima sonrisa pareció asomar por su comisura. Por lo demás, no tenía ningún indicio de que mi tío supiera que yo estaba en el barquillo: arribamos a puerto, se bajó después de dejar todo aparejado, y se marchó. Yo esperé y, a mi vez, me bajé también.


Cuando llegué al pueblo, mi tío estaba sentado en su poyete, con su eterno pañuelo al cuello, mirando largo hacia el islote, allende el mar. Yo estaba confuso, así que no dije nada. Por primera vez, habló él primero.


- Podremos ir juntos a la mar cuando cumplas los quince. ¿cuántos tienes ahora?


- Catorce – contesté yo – pero sólo hasta la semana que viene. Entonces, ¿podré ir contigo?


Él fijó su mirada en mi cuello durante un instante, y sonrió.


- Sí. Ya pronto – de pronto mi tío se levantó. – Espera – me dijo.


Salió de la casa al momento con un pañuelo azul en la mano, y me lo tendió.


- Toma.


Lo cogí y me fui a casa. Me metí en el cuarto de baño y me miré en el espejo. Dos cosas me llamaron la atención. Una, que tenía un golpe en la frente. La segunda, que unas líneas rojas, como pequeños cortes, se empezaban a formar en los laterales de mi cuello. Desdoblé el pañuelo, y lo enrosqué alrededor, tapando las heridas.


Me llamo Nicolás, como mi tío. Voy a cumplir quince años, y por fin podré ir al mar.



 

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La Última Mosca

"Hay un singue en mi mano. Se ha posado en la palma y lo he atrapado. Zumba. Me muerde. Pero no lo suelto. Escucho a los guardas del Parque Natural Temático de La Graciosa. Están cerca, pero aún no me ven. No sé qué hacer. ¡Un singue! Una reliquia. No es venenoso. Y sin embargo cada mordida es una inyección mágica de nostalgia. El Safari-Casco me molesta un poco.


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Alta Política

"No había acceso al mar debido al acantilado de peñascos. La fuerza del Dios se presentaba allí a través de olas enormes que se atrevían a golpear a las rocas inmortales. En ocasiones las destruían por ser demasiado soberbias. Así lo explicaba Ham, el iluminado, el que sabía cosas en su interior, el que hablaba con el Dios."


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