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Updated: Feb 5, 2022


Las Naves del Español, Sala Fernando Arrabal. Hasta el 6 de marzo de 2022.

Madrid.

Reparto: Haizea Baiges, Carmen del Valle, José Tomé, Rafa Castejón, Patxi Pérez, Sacha Tomé, Victoria Salvador, David Soto Giganto.

Dirección y versión: Helena Pimenta y Álvaro Tato.

"Shakespeare, como todo inglés de su época que se preciara, era un pirata – en este caso dramático. Y atreverse con él exige conocer bien el código de honor de la piratería, pero sobre todo exige saber sortear a los sheriffs del orden establecido.""

Hay que ser valiente para atreverse con Shakespeare. En ese camino, hecho para bucaneros y corsos, pueden detenerte todo tipo de alguaciles dramáticos: la lejanía en el tiempo de la obra original, las tramas imposibles, el lenguaje isabelino y no sé cuántos más. Shakespeare, como todo inglés de su época que se preciara, era un pirata – en este caso dramático. Y atreverse con él exige conocer bien el código de honor de la piratería, pero sobre todo exige saber sortear a los sheriffs del orden establecido.


Luego también se puede ignorar todo lo anterior e intentar una puesta en escena que nos permita alejarnos de la batalla, o establecerla desde buques grandes y pesados, llenos de cañones tradicionales, con munición de gran calibre.


Pero si hacemos eso, el bajel shakespeariano, ligero y sutil, se habrá esfumado y nuestras balas no podrán alcanzarlo. Hay que hacerse pirata para combatir con un pirata.


Y Álvaro Tato y Helena Pimenta intentaron hacerse piratas. Pero no del todo. Una escenografía muy ecléctica permitió momentos muy brillantes, como el que transcurre en la celda de Malvolio y su conversación con el bufón, y algunos momentos que chocaban con esa figuración tan imaginativa, como la del barquito que intenta navegar sobre los paneles de la escenografía principal, éstos últimos enormemente condicionantes y muy poco bucaneriles. Había una enorme cualidad pictórica en esta parte de la propuesta que una y otra vez anulaba la construcción dramática, aunque visualmente fuera muy efectiva.


También contrastaron algunos momentos de actuación convincentes, como el de José Tomé-Sir Toby, y otros inverosímiles como el de José Tomé-Orsino, curiosamente hechos por el mismo actor. Y la necesidad de utilizar a Sacha Tomé-Sebastián por parecido físico, cuando no fue capaz de generar un personaje, lo cual contrastaba enormemente con el ímpetu algo aleatorio pero eficaz de su supuesto doble Haizea Baiges-Viola-Cesáreo.

"Por eso, la obra se transformó para mí en un ejercicio constante de entrar y salir a ese mundo de enredo y encuentros amorosos imposibles."

Por eso, la obra se transformó para mí en un ejercicio constante de entrar y salir a ese mundo de enredo y encuentros amorosos imposibles. Entraba cuando Rafa Castejón-Malvolio-Antonio se contenía y a la vez enloquecía, pero salía cuando el slap-stick de Sir Toby y Patxi Pérez-Sir Andrew se hacía excesivamente hacia el público, aunque esto fue desapareciendo para volverse más equilibrado a medida que avanzaba la obra. Entraba de nuevo con la conspiración defendida con oficio por parte de Victoria Salvador-María. Y entraba y salía alternativamente según Carmen del Valle-Olivia iba ganando o perdiendo batallas contra la intensidad y su reverso oscuro, la sobreactuación. Comentaba con mi acompañante al salir definitivamente (o sea, al final), lo difícil que es hacer un mundo verosímil con una obra de Shakespeare. Por todos esos alguaciles de los que escribía al principio de esta crónica. En Gran Bretaña, la Royal Shakespeare Company los esquiva a base de intensidades altísimas, algunos golpes de gracia, y movimientos claros y escenografías esquemáticas y sin pretensiones más allá de la de servir a la escena. No es el colmo de la vanguardia, pero es enormemente efectivo a la hora de hacer un planteamiento coherente que redunde en una realidad escénica verosímil. Es el camino de los herederos del Pirata, que están más dedicados a mantener el botín obtenido que a seguir surcando los mares en busca de otros tesoros. El otro camino, el del desafío, está por explorar aún. Nosotros nos quedamos a medias en esta producción, entre el conservadurismo del teatro efectista y los destellos abundantes de ingenio. Quisimos ser piratas, pero majetes. Y no funcionó del todo, aunque sí lo hizo a ratos.



"... Estuvimos al borde de una poética durante algunos ratos. Rozándola con los ojos en la ya mencionada escena de la celda, y muy alejados en el número final. Cuando no era así, al menos nos quedaba el ingenio del Agitalanza en sus textos, especialmente en el bufón Feste-David Soto. "

Estuvimos al borde de una poética durante algunos ratos. Rozándola con los ojos en la ya mencionada escena de la celda, y muy alejados en el número final. Cuando no era así, al menos nos quedaba el ingenio del Agitalanza en sus textos, especialmente en el bufón Feste-David Soto, que me alegró la velada más que ningun@. Lástima, a ese respecto, que el bufón sólo abufonara la voz y la intensidad, porque uno no nace guapo y bienpeinao para acabar de bufón. O sea, a mí me hubiera gustado algo de transformación física, y lo digo porque era algo obviamente al alcance de su talento, y quizá hubiera profundizado en ese personaje aparentemente tonto y normalmente algo contrahecho que esconde dentro un tesoro, y es, por tanto, una contradicción con patas. Y ahora que lo pienso, esta ha sido la señal de la obra. Más transformación hubiera abierto un camino más interesante. Es decir, algo más de riesgo hubiera resultado en un verdadero asalto al reino del Gran Pirata y el botín consiguiente. Seguiremos navegando.



Esta obra sigue en escena. ¿Te gustaría verla?


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Teatro María Guerrero / Sala de la Princesa

Marzo 2021



En otras ocasiones las propuestas que he visto me han hecho dudar de cómo clasificar lo que veía. En este caso no. Era teatro.


La Panadera tiene todos los elementos necesarios para ser una buena obra: un texto dramático que presenta un conflicto actual, unos intérpretes con energía e intensidad en la escena, y un trabajo serio y dedicado. La representación rezumaba fe, y eso es de agradecer. En otras ocasiones las propuestas que he visto me han hecho dudar de cómo clasificar lo que veía. En este caso no. Era teatro. O lo que es lo mismo, la construcción de unos personajes en conflicto; o la construcción de un conflicto a través de unos personajes, que no es lo mismo, pero aquí y ahora, es igual.



Sandra Ferrús propone a través de su dirección, de su texto y de su interpretación ... ¿qué nos propone? Y aquí comienzan las dudas. Y lo agradezco, porque es lo que me motiva para escribir. Sería fácil centrar el conflicto en las consecuencias de la publicación de un vídeo de contenido sexual, y de ahí pasar a los peligros de la redes sociales, del deseo de figurar ... Pero eso no es lo que pasa en escena. Lo que estaba en juego allí era en qué consiste una convivencia voluntaria y qué ocurre cuando un hecho como el planteado la pone en cuestión. ¿El amor lo puede todo? E incluso, ¿qué tipo de amor lo puede todo? Supongamos que Romeo y Julieta sobreviven, y acaban viviendo juntos. ¿Qué pasa con ese amor después?



... la energía inagotable de Sandra Ferrús a veces se convierte en algunos excesos expresivos que atrofian al personaje y resaltan a la actriz.


Fiel a la forma de entender la interpretación, más allá del acierto inicial, me surgen algunas dudas más. ¿Por qué a veces me iba de la obra? Por un lado está la introducción de la sesión de sicoterapia. No la entiendo, y más allá de una excusa para traer recuerdos e información, no veo cómo afecta al conflicto principal. De hecho, sin ella tal vez hubiéramos podido asistir a una puesta en peligro aun mayor de la relación entre Aitor (Martxelo Rubio) y Concha (Sandra Ferrús). Además crea una pendiente peligrosa por la cual es fácil precipitarse del teatro al sicodrama. Por otro lado la energía inagotable de Sandra Ferrús a veces se convierte en algunos excesos expresivos que atrofian al personaje y resaltan a la actriz. Es de agradecer que el gran oficio de ésta haga que, cuando no sabe qué hacer, lo supla con una actitud enérgica. El paso a la creación de un personaje es el siguiente, pero no siempre se daba. También me resultó extraño el acento que trataba de ser rústico, especialmente en César Cambreiro haciendo del padre/abuelo/suegro Ramón. Consisitía en comerse algunas letras en algunas palabras. Quizá faltó algo de trabajo para conseguir ese habla verdaderamente popular. No necesariamente imitándolo (incluso mejor si no lo hacen), sino construyendo algo diferente y completo.


Creo que la aparición del vídeo como recurso escenográfico aún no ha alcanzado una integración plena. Y es normal, porque ¿cómo se incorpora al supuesto enemigo? En este caso no pasa de ser una forma de ambientación, decorativa, pero probablemente innecesaria. Nos falta investigar más – tal vez perderle el miedo -, y saber cómo se incorpora esa técnica en una escena de forma realmente significativa. No a La Panadera en concreto, sino a todos aquellos que intuimos que el vídeo debe pasar a ser un recurso poderoso en el teatro actual.



Disfruté de la obra, aceptando el reto que proponía, y dejándome llevar en muchas ocasiones por los personajes. Disfruté con la entrega y la energía de los intérpretes, y fue, en muchos sentidos buenos, teatro. Espero que Sandra Ferrús siga dando rienda suelta a su energía y su imaginación.


El público estuvo bien, sin influir en la obra, y dando a los intérpretes un merecido aplauso final, acorde a lo que habían propuesto y a cómo lo hicieron.




¡Esta obra termina este domingo 7 de marzo!

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Échale un vistazo a otras críticas teatrales.


Marat-Sade

Dirección de Luis Luque

Naves del Español el Matadero


Los Que Hablan

Dirección de Pablo Rosal

Teatro de la Abadía


Por Los Ojos De Raquel Meller

Dirección de Hugo Pérez de la Rica

Teatro Tribuñe


 

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Naves del Español en Matadero / Sala Fernando Arrabal. Madrid.

Febrero 2021

 

El texto de Weiss es la culminación de ese teatro épico Piscatoriano-Brechtiano que cuenta cosas serias a través de un musical cabaretero. Una mezcla prometedora que quiere al público dentro de la escena, haciéndose preguntas y divirtíendose a la vez. Un sueño en toda regla para cualquiera que se dedique al teatro.



Por otro lado es difícil aliviarse del peso de la propuesta de Peter Brook de finales de los años 60 del siglo XX,. Por muchas razones que no vienen al caso. Pero sobre todo porque Brook tenía claro qué quería contar y desde dónde partía.


En esta propuesta de Luis Luque es indudable el oficio de los actores, de la coreógrafa Sharon Fridman y de la encargada del aspecto de la obra Mónica Boromello. De hecho el número inicial de presentación es audaz y tiene mucha fuerza. La música de Luis Miguel Cobo es aquí donde más brilla. En lo inesperado. Y de vez en cuando esa fuerza inicial aparece en otros momentos de la obra. La energía puesta en juego por las actrices y los actores hace que esos momentos aparezcan aquí y allá a lo largo de los 90 minutos que dura la obra. Son fogonazos. Tal vez buenos fogonazos. Pero fogonazos.


Me faltaba algo, y tras mucho pensar en ello, entendí que me faltaban dos cosas: los personajes a través del trabajo de los intérpretes por un lado; por otro, la historia. Es decir, faltaba el teatro como puesta en escena de un conflicto. Pero, ¿cuál es el conflicto en Marat-Sade? Es la historia de una representación teatral en un manicomio, o teatro dentro del teatro. Los dos únicos personajes que no hacen un papel dentro de esa representación son Sade y el director del manicomio. El resto, incluído Marat, son internos asediados por la enfermedad. Sade quiere hacer una obra ... ¿para qué, sin público? Tal vez quiere lo que él siempre quiere: voluptuosidad y teatro. El director del manicomio quiere demostrar que sus métodos son buenos, pero con decoro. Ese es el conflicto principal. Y para lograr su objetivo, Sade tiene que convencer a un elenco de enfermos mentales de que representen un papel. Otro hermoso conflicto. No vi casi nada de esto en la obra, excepto en momentos muy concretos y puntuales.



La obra está llena de excesos expresivos (uno de los más inquietantes y que más me sacaron de la obra fué la gesticulación casi de estereotipo que ponía en sus manos el actor que encarnaba a Marat). De nuevo, gesticulación desprovista de objetivo o causa. Es el paradigma del fogonazo. Y es normal, porque a las preguntas que construyen un personaje se respondió con fogonazos. ¿A Marat le pica la piel y eso genera una conducta constante y trabajada? ¿Marat es un enfermo mental intentando seguir las indicaciones de Sade? ¿Sade es un gozón irredimible, un hombre de excesos constantes? ¿Charlotte es una interna melancólica que hace de enamorada y por lo tanto se enfrenta a la tarea imposible de tener una vida a través de su personaje dirigida por un libertino salaz? ¿El director de la institución mental quiere la hacer la obra pero está muerto de miedo por las consecuencias del exceso de Sade? Todo esto no parecía tan importante como épater le bourgeois. Si tuviera que hacer una crítica, no sería a esta obra, sino a una constante en el teatro español actual: nos olvidamos de la obra en favor del fogonazo expresivo. Que la actriz tenga un aspecto impresionante aunque no se parezca al personaje. Que el actor sea imponente aunque su personaje no lo sea. Y al final la banalización como resultado es inevitable. Todo se llena de fogonazos, y la obra desaparece. Me costó saber qué quería contarnos el director. Me costó saber qué hacer con la propuesta, cómo interiorizarla. ¿Qué querría contar Weiss según Luis Luque? No me lo dijeron. A cambio, hubo algunos fogonazos divertidos, algunos efectos audiovisuales interesantes, una coreografía atractiva a ratos, y un elenco con mucho oficio y energía. Pero no hubo obra. Impresionar al burgués está bien, pero tiene que ser desde un fondo sólido.



Es de agradecer el oficio de los autores de la propuesta. Pero la visión general ... ¿Qué esconde Marat-Sade? En esta función no lo cuentan. Cuentan otras cosas, algunas brillantes. Pero esa, no.


PD: El público, en la línea habitual, ovación y vuelta al ruedo. De nuevo la amistad y la empatía por encima del juicio al resultado. Puede que sea mejor así, pero aún no me acostumbro.


 

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Los Que Hablan

Dirección de Pablo Rosal

Teatro de la Abadía


Por Los Ojos De Raquel Meller

Dirección de Hugo Pérez de la Rica

Teatro Tribuñe


La Golondrina

Dirección de Josep Maria Mestres

Teatro Infanta Isabel


 

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